El poeta Gabriel Zaid observó con agudeza que Voltaire se dedicó libremente a la creación intelectual de forma independiente, pues el ser propietario de pequeñas fincas le permitió tener libertad económica e intelectual. Es decir Voltaire no dependía de ninguna institución burocrática o mecenas que le patrocinara su obra intelectual. Esta reflexión de Zaid es pertinente para comprender nuestro actual dominio público, pues me parece que hay una cuestión importante que tratar: ¿hasta dónde es ético que un profesor que investiga, escribe y tiene acceso a información costosa, financiada con recursos públicos, puede patrocinarse como empresario de ideas?
Esta cuestión es importante, pues en nuestro dominio público observamos que cada vez hay más intelectuales-académicos –para usar una distinción de Martin S. Lipset- que financiados con recursos públicos para investigar y escribir, se patrocinan como empresarios de ideas, poniendo precios a sus conferencias, participación en medios de comunicación y asesorías, desenvolviéndose como empresarios y en la lógica del libre mercado. Lo más curioso es que muchos de estos intelectuales-académicos tienen un discurso modernizador, de examen crítico de nuestras instituciones económicas y políticas, y a la vez pertenecen a las estructuras del “ogro filantrópico” para usar la imagen de Octavio Paz.
Ciudad de México, a 20 de septiembre de 2011.
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