martes, 18 de octubre de 2011

Francisco I. Madero y el espacio de lo político. Un análisis del discurso.

Francisco I. Madero


Mi ensayo Francisco I. Madero y el espacio de lo político. Un análisis del discurso fue publicado originalmente en la Revista Indagación Veracruz No. 3 , 2010. A continuación reproduzco íntegro dicho ensayo.

Francisco I. Madero y el espacio de lo político: un análisis del discurso.

Noé Hernández Cortez

Introducción

Un campo de investigación fructífero para la ciencia política es su relación epistemológica con la historia. La ciencia política construida a partir de los supuestos de la teoría de la elección racional y de la teoría de juegos es renuente en ciertos círculos académicos a prestar atención a la contingencia, el azar, propio del ámbito de la historia. No obstante, la ciencia política europea, principalmente la tradición anglosajona ha venido realizando estudios dentro de la teoría política en donde hace coincidir el andamiaje teórico propio de la ciencia política con los métodos interpretativos de la historia. Iain McLean en su estudio Political Science and History: Friends and Neighbours [1] traza los vasos comunicantes entre la ciencia política y la historia: los historiadores deben estar atentos a los modelos estadísticos de la ciencia política y los politólogos aprender de los historiadores el sentido interpretativo del contexto espacio-tiempo.  

   
Si bien es cierto que Iain McLean piensa en la ciencia política apoyada en los modelos formales, lo interesante es su propuesta por encontrar vínculos de rutas paralelas de investigación entre la historia y la ciencia política. Una esfera de intersección entre la ciencia política y la historia es el análisis del discurso político. Así en el presente ensayo nos proponemos hacer un examen del discurso político desde la óptica de la ciencia política europea tal como la concibe el politólogo Ernesto Laclau.[2]


Constructor  de una teoría política posestructuralista, Laclau concibe el discurso como una ontología social en donde los actores políticos crean espacios discursivos de poder como prácticas políticas. De acuerdo con Laclau, cuando termina la política inicia lo político, es decir, cuando las reglas del juego institucional de la política no son suficientes surge la vía alterna del conflicto, del espacio de lo político.


Sobre esta lectura de la política y lo político de Laclau vamos a realizar un análisis del discurso sobre dos textos claves en el discurso político de Francisco I. Madero: La Sucesión Presidencial en 1910 (1908) [3] y El Plan de San Luis (1910). [4] Nuestras preguntas centrales de nuestro análisis del discurso maderista son  ¿Cómo Madero transformó su discurso democrático por un discurso revolucionario? ¿Cuáles son los significantes discursivos por medio de los cuales se comprende el paso de un discurso de la política a un discurso de lo político in extremis?  Esta propuesta de lectura del discurso político de Madero intenta señalar el proceso de cambio de un discurso inicial que defiende el método democrático de la política a un discurso que exalta el discurso revolucionario propio del espacio de lo político.


Esta lectura consideramos que va a contracorriente de la lectura de historiadores liberales como Enrique Krauze,[5] quien ven en Madero un artífice de la democracia en México, considero que Madero también es el artífice de un pensamiento revolucionario: el propósito es mostrar las dos caras de la misma moneda.


1908: La Sucesión Presidencial en 1910


En 1908 inicia a circular un libro portentoso por su retórica política: La Sucesión Presidencial en 1910 de Francisco I. Madero. Próxima las celebraciones del centenario en 1910, empieza a correr en el ambiente de la prensa las palabras que articularán el discurso político de Madero: “libertad”, “elecciones libres” y “democracia”. El vocabulario político de Madero se nutre de intensas metáforas que construyen el imaginario político de su beligerante retórica. En esta nueva retórica que proviene de la élite económica y política, se descifran los obstáculos para la instauración de la democracia en México. Porfirio Díaz encarna el régimen político  hegemónico que ha construido su poder absoluto  con base en la violencia y la violación de las libertades políticas de los mexicanos. En su exposición de motivos sobre la razón de ser  de La Sucesión Presidencial en 1910, Madero hace una  acusación pública a Díaz, constituyendo así discursivamente al “enemigo” del “Pueblo Mexicano”. El diagnóstico político de Madero era el siguiente:


[…] Entonces comprendí que no debíamos ya de esperar ningún cambio al desaparecer el Gral. Díaz, puesto que su sucesor, impuesto por él á la República, seguiría su misma política, lo cual acarrearía grandes males para la patria, pues si el pueblo doblaba la cerviz, habría sacrificado para siempre sus más caros derechos, ó bien, se erguía enérgico y valeroso, en cuyo caso tendría que recurrir á la fuerza para reconquistar sus derechos y volvería á ensangrentar nuestro suelo patrio la guerra civil con todos sus horrores y sus funestas consecuencias[6]



La posibilidad de una guerra civil es latente, pero no es el escenario político deseable según los argumentos de Madero. La democracia si bien desaparecida en el horizonte del régimen militar de Díaz es el único método popular por el cual hay que emprender la lucha política. En la retórica política de Madero la democracia es lo “popular”, la “voluntad del pueblo mexicano”, y su traductor y guía para instaurarla en México es el propio Madero.


El poder absoluto -nos enseña la historia, según Madero- genera las tiranías y nulifica la esfera de la política. La arquitectura del poder absoluto se edifica en la arbitrariedad y no en el estado de derecho; en las decisiones personales del dictador y no en el libre albedrío del pueblo. En las vísceras del poder absoluto reside el aparato opresor que es el ejército, violador sistemático de los derechos políticos de los ciudadanos: ese conglomerado, que Madero exalta como “pueblo” o “voluntad popular”, son ecos de la democracia en términos rousseaunianos.


Laclau en su ensayo Sobre los nombres de Dios [7] argumenta como un significante vacío como es el de Dios, puede abrazar otros significantes para otorgarles sentido. El místico busca lo absoluto en Dios, sed de plenitud en lo divino. De ahí que su discurso aspire a encontrar la plenitud espiritual en su contacto directo con Dios.


De manera análoga en el discurso político, el retórico de la política busca la plenitud social a través de su discurso que encarna al “pueblo”, significante vacío, que le da sentido al siempre cambiante e inestable discurso político. Por analogía podemos argumentar que la retórica política de Madero busca la plenitud de lo social a través de un absoluto: el pueblo, el demos, la democracia. Ya no es lo absoluto del poder, sino el absoluto democrático del “Pueblo Mexicano” que dará legitimidad a las elecciones de 1910. ¿Quién es el elegido para contender en las elecciones de 1910 por el Partido Nacional Democrático? Es el propio Madero que inspirado por la historia, por los héroes de la “patria”, buscará abrazar el absoluto democrático a través del método de las elecciones.


Nuestro paralelo del discurso político de Madero con la idea de la retórica política de Laclau no es casual. Consideremos que el tono del discurso “espiritista” de Madero se trasluce en su libro La Sucesión Presidencial en 1910. En una comunicación espiritista fechada el 21 de octubre de 1907, su hermano Raúl le transmite el siguiente mensaje:


Querido hermano:
La lucha se acerca; para ti realmente va a principiar desde que empieces a escribir tu trabajo que tienes en preparación. Antes de la lucha pueden adquirir un gran desarrollo todas tus fuerzas, a fin de que desde la primera acometida sea mortal para tu enemigo, pues si empiezas la lucha débilmente será a la derrota a donde marcharás con seguridad y aunque después de mucho tiempo vuelvas a rehacerte, habrás perdido la principal oportunidad de prestigiarte y después tu voz no tendrá el mismo peso, y tú dejarás incompleta tu obra. ¿Qué tan incompleta será? Depende de lo más o menos fuerte que estés cuando principie la lucha […]
Raúl.[8]


Laclau analiza el discurso místico de Meister Eickhart, para encontrar el tono discursivo que hace posible la fuerza de la retórica política. El pensamiento siempre ondulante del filósofo Eickhart tiene similitudes con el discurso político siempre ondulante y difícil de asir con la razón analítica.


Así, quien se detenga a estudiar el tono discursivo de los diarios espiritistas de Madero, no encontrará un “pensamiento supersticioso” o “una locura”, sino más bien un discurso caracterizado por su fuerza interpretativa de los caminos inextricables de la voluntad, lo inaprensible para la fría razón. Laclau nos enseña que la retórica de la política descansa no sólo en el discurso racional, sino ante todo en el discurso de las emociones y la voluntad. Y es así como procede Madero, cuando señala que al examinar el escenario político del régimen porfirista la solución no radica en el diagnóstico que puede proporcionar la fría razón, sino más bien la solución va más allá: en la “creencia”, en la “fe” o en lo que llamamos “inspiración”, para construir el imaginario político de un México que luche por la democracia. En su apartado titulado ¿Estamos aptos para la democracia? Madero escribe sobre su método discursivo que abre los caminos hacia la democracia, y que constituyen una aguda crítica al status quo del régimen porfirista:



[…] Tenemos á nuestra disposición otros medios de investigación que, penetrando más profundamente en el fondo de las cosas, nos harán encontrar fuerzas poderosas, elementos importantísimos de combate; los mismos que han estado siempre al servicio de nuestra Patria en sus días de peligro.
Esos medios conocidos por todos los grandes hombres de la humanidad, familiares para los creyentes, y que llamamos fé, intuición, inspiración, sentimiento, nos llevan á un terreno que la razón por impotente, no puede abordar.
Esa fé es la que siempre ha inspirado los grandes sacrificios, las abnegaciones sublimes; pero no es esa fé ciega que no sabe lo que cree, sino la fé ilustrada y profunda de los clarividentes, de los que á través de la metódica y fría narración de los hechos, han sabido descubrir los grandes destinos de los pueblos y han llegado á percibir la misteriosa mano de la Providencia que solícita guía de sus pasos.[9]



Si asumimos el tono discursivo como fuerza de la retórica política, el libro La Sucesión Presidencial en 1910 es una pieza maestra de la lucha política por medios discursivos. Madero cree en el lector independiente como destinatario natural de su libro. En ese sentido, ¿Cuál fue el impacto inmediato de La Sucesión Presidencial en 1910 en el público lector? Me atengo a lo que señala el historiador François-Xavier Guerra: “[…] muy débil en la clase política de México, que no lo comenta, muy grande entre mucha gente hasta entonces ‘fuera de la política.’”[10] De esta forma empiezan a circular las ideas sobre la democracia, inspirada en la propia historia de México y cuyo liderazgo “espiritual” encarnaba en Francisco I. Madero, el Apóstol de la democracia.


El Madero de La Sucesión Presidencial en 1910 cree en las reglas de juego de la institución de la política, cuyo método básico son elecciones libres y la transferencia de poder por períodos de gobierno determinados, con el propósito de establecer un diseño institucional que permitiera el cambio del poder político y no la perpetuación del mismo, en breve “el sufragio efectivo, no reelección”. No obstante, su discurso de la política cambiará radicalmente hacia el discurso de lo político in extremis: la revolución. La democracia, las elecciones libres y las libertades políticas se supeditan a la Revolución, palabra indescifrable y seductora que configurara el imaginario de lo político de Madero en 1910.



1910: El Plan de San Luis


El polemista Francisco Bulnes con su acento irónico que lo caracterizaba llamó a Madero el “Apóstol de la anarquía”. Como sabemos Bulnes pertenecía a la burocracia porfirista y formaba parte del cuerpo administrativo de la dictadura. Desde la perspectiva de Saint-Simon,[11] Bulnes era el tecnócrata y Madero el hacedor de la política al margen de las esferas del poder hegemónico. La declaración de Bulnes  es una denuncia  contra Madero como un agitador que no cree en las instituciones, pero en lo que no cree Madero son en las instituciones del dictador Díaz, que operan sin respetar el estado de derecho.


El discurso político de Madero introduce en su imaginario político la palabra seductora: revolución. La democracia no desaparece del horizonte discursivo maderista, sino más bien se subordina a la partera de la historia, la Revolución. La institución democrática sigue siendo el ideario político de Madero, sólo que ahora la dislocación discursiva se articula a partir del ideario revolucionario. La entrada simbólica de la revolución aparece en su Plan de San Luis (1910), específicamente en el punto tres del PLAN:



[…] Para evitar hasta donde sea posible los trastornos inherentes a todo movimiento revolucionario, se declaran vigentes, a reserva de reformar oportunamente por los medios constitucionales aquéllas que requieren reformas, todas las leyes promulgadas por la actual administración y sus reglamentos respectivos, a excepción de aquellas que manifiestamente se hallen en pugna con los principios proclamados en este Plan. Igualmente se exceptúan las leyes, fallos de tribunales y decretos que hayan sancionado las cuentas y manejos de fondos de todos los funcionarios de la administración porfirista en todos los ramos; pues tan pronto como la revolución[12] triunfe, se iniciará la formación de comisiones de investigación para dictaminar acerca de las responsabilidades en que hayan podido incurrir los funcionarios de la Federación, de los Estados y de los Municipios.[13]



El cambio del discurso político de Madero, se encuentra en la dislocación discursiva de dos significantes vacíos: democracia y revolución. Dicha dislocación es el paso del respeto de las reglas del juego democrático al conflicto político. O como dice Laclau: cuando un jugador tira el tablero del ajedrez político, inicia lo político, el conflicto amigo-enemigo. Porfirio Díaz al no respetar las elecciones de 1910, tiró el tablero del ajedrez político y apareció el discurso revolucionario de Madero, en un lenguaje llano y sin el tono metafórico de La Sucesión Presidencial en 1910.  


El político de la conciencia democrática es sustituido por el político de la conciencia revolucionaria, de ahí su justificación moral de la lucha revolucionaria a sus conciudadanos:



Por lo que a mí respecta, tengo la conciencia tranquila y nadie podrá acusarme de promover la revolución por miras personales, pues está en la conciencia nacional que hice todo lo posible para llegar a un arreglo pacífico y estuve dispuesto hasta a renunciar mi candidatura siempre que el general Díaz hubiese permitido a la Nación designar aunque fuese al Vicepresidente de la República; pero, dominado por el incomprensible orgullo y por inaudita soberbia, desoyó la voz de la Patria y prefirió precipitarla en una revolución antes de ceder un ápice, antes de devolverle al pueblo un átomo de sus derechos, antes de cumplir, aunque fuese en las postrimerías de su vida, parte de las promesas que hizo en la Noria y Tuxtepec.


Él mismo justificó la presente revolución cuando dijo: “Que ningún ciudadano se imponga y perpetúe en el ejercicio del poder y ésta será la última revolución.”[14]



La revolución está justificada por la propia historia moral del dictador Díaz, argumento político del demócrata Madero, ahora marcado por la propia revolución. La otra lectura que podemos ofrecer es que la democracia es un ideal tan elevado que puede justificarse por cualquier medio, incluyendo la revolución, para realizarse en la tierra de los mortales ciudadanos. Por eso la democracia maderista va acompañada de la revolución como medio legítimo para establecer el orden institucional del estado de derecho, las elecciones libres y las libertades políticas. El mundo de lo político se puede llegar a transformar en el orden de las reglas de la política, dilema no sólo de la realidad política sino tema profundo de la teoría política: de Hobbes, pasando por Kant, al propio Laclau.


Consideraciones finales


A manera de consideraciones finales anotaré algunos puntos que considero importante destacar. El primero es de orden teórico y tiene que ver con las posibilidades de entablar un diálogo disciplinario entre la ciencia política y la historia. Y ese diálogo lo intenté esbozar a través de la teoría del discurso de Laclau y el análisis político de dos textos clásicos de la historiografía de la Revolución Mexicana, en específico La Sucesión Presidencial en 1910 (1908) y el Plan de San Luis (1910) de Madero. Los historiadores son renuentes a teorizar la historia y los politólogos son reacios a los métodos interpretativos. No obstante, como he intentado ilustrar la ciencia política puede aportar elementos teóricos importantes para la historia y la historia brinda al politólogo un laboratorio estimulante para poner a prueba sus teorías.
           

Un segundo punto, consiste en aportar a la lectura de los textos históricos herramientas de análisis político que permitan clarificar el discurso de los actores políticos claves, como discursos alternativos y complementarios al discurso de la historiografía. Así, la ciencia política podrá aproximarse a la historia no para sustituir la interpretación de los historiadores, sino más bien para operacionalizar ciertos conceptos relevantes de la teoría política en los discursos políticos de los actores. Por supuesto, esta es una idea tentativa desde la mirada del análisis del discurso en la ciencia política, pues también encontramos elaboraciones más articuladas desde una perspectiva histórica en los estudios sobre los sistemas electorales, las formas de gobierno o la política pública.
           

Finalmente, el propósito central de mi ensayo fue mostrar como el discurso político de Madero pasó del mundo de la política al mundo de lo político. Mi argumento es simple: Madero no es el demócrata que por lo general la historiografía rescata, sino también un actor revolucionario que concibió el mundo de lo político como el medio para luchar por los ideales de la democracia. La conciencia de Madero hasta 1911 estaba cruzada por dos conceptos claves de la modernidad: democracia y revolución.


Referencias bibliográficas


Carlisle, Robert B. (1974): “The Birth of Technocracy: Science, Society, and Saint-Simonians” en Journal of the History of Ideas, Vol. 5, No.3, pp. 445-464.

Guerra, François-Xavier (1988): México: del Antiguo Régimen a la Revolución, Vol. II, México: Fondo de Cultura Económica.

Krauze, Enrique (1993): “Madero Vivo” en Vuelta, No. 196.

Laclau, Ernesto y Chantal Mouffe (2001): Hegemony and Socialist Strategy: towards a Radical Democratic Politics, London: Verso.

Laclau, Ernesto (2006): “Sobre los nombres de Dios” en Ernesto Laclau Misticismo, retórica y política, México: Fondo de Cultura Económica, pp. 101-127.

Madero, Francisco I. (1999): “Los diarios espiritistas de Francisco I. Madero”, en Letras Libres, Febrero, pp. 8-15.

Madero, Francisco I. (1908): La Sucesión Presidencial en 1910, San Pedro, Coahuila.

Madero, Francisco I. (1910): El Plan de San Luis, San Luis.

McLean, Iain (2010): “Political Science and History: Friends and Neighbours” en Political Studies, Vol. 58, pp. 354-36

Notas

[1]McLean, Iain (2010): “Political Science and History: Friends and Neighbours” en Political Studies, Vol. 58, pp. 354-367.
[2]Ver la obra clave de Ernesto Laclau junto a Chantal Mouffe, Hegemony and Socialist Strategy: towards a Radical Democratic Politics, London: Verso, 2001.

[3] El facsímil de La Sucesión Presidencial en 1910  se puede bajar del INEHRM en la siguiente dirección electrónica http://www.bicentenario.gob.mx/bdb/bdbpdf/LibroSucesion1908/LA%20SUCESION%20PRESIDENCIAL%201910.pdf

[4] El facsímil del Plan de San Luis se puede bajar del INEHRM en la siguiente dirección electrónica http://www.inehrm.gob.mx/pdf/documento_plansanluis1.pdf

[5] Ver el ensayo de Enrique Krauze “Madero Vivo” en Vuelta, No. 196, 1993.

[6] Francisco I. Madero (1908): La Sucesión Presidencial en 1910,  San Pedro, Coahuila, p. 7.

[7] Ver el ensayo de Laclau Sobre los nombres de Dios en Misticismo, retórica y política (2006), México: Fondo de Cultura Económica, pp. 101-127.

[8] “Los Diarios Espiritistas de Francisco I. Madero” en Letras Libres, Febrero 1999, p. 13.

[9] Francisco I. Madero (1908): La Sucesión Presidencial en 1910, San Pedro, Coahuila, p. 289.

[10] Ver François-Xavier Guerra (1988): México: del Antiguo Régimen a la Revolución, México: Fondo de Cultura Económica,  Vol. II, p. 129

[11] Ver Robert B. Carlisle (1974): “The Birth of Technocracy : Science, Society, and Saint-Simonians” en  Journal of the History of Ideas, Vol. 5, No. 3, pp. 445-464.

[12] Cursivas mías

[13] Plan de San Luis (1910).

[14] Op. Cit.

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